Una joya engastada en la costa de Taormina, la perla del Mediterráneo como la llamó el barón alemán Wilhelm von Gloeden.
Frente a la costa de Taormina, inmersa en las aguas cristalinas del mar Jónico, se encuentra Isola Bella, un pequeño islote de rara belleza.
Reserva natural, la isla cuenta con una exuberante vegetación, acantilados con vistas al mar y una playa de guijarros blancos bañada por aguas turquesas.
Donado por Fernando I de Borbón al alcalde de Taormina, Ferdinando Ciprioti, posteriormente adquirido por la filántropa Florence Trevelyan, quien lo mejoró gracias a la construcción de una casa y a la plantación de arbustos y especies exóticas raras y buscadas.
Vendido posteriormente por el sobrino de este último a la familia Bosurgi, fue confiscado tras la quiebra de la empresa, precisamente en 1984 la Región de Sicilia lo declaró monumento de interés histórico y artístico de particular valor como «ejemplo aislado de singularidad en términos de valor naturalista, histórico y cultural", sometiéndolo a todas las limitaciones de protección y convirtiéndose en reserva natural en 1998.
La isla es un auténtico paraíso para los amantes del mar.
Las aguas cristalinas y los fondos marinos ricos en fauna marina la hacen ideal para practicar snorkel y buceo.
La playa de guijarros blancos, equipada con tumbonas y sombrillas, ofrece una relajación inestimable.
Isola Bella es una de las atracciones turísticas más famosas de Sicilia.
Cada año, miles de visitantes de todo el mundo llegan a la isla para admirar su belleza y sumergirse en su mágica atmósfera.
Isola Bella es un patrimonio precioso que debe ser protegido y valorizado, es nuestro deber salvaguardar esta preciosa joya y entregarla intacta a las generaciones futuras.